sábado, 23 de mayo de 2015

Medjugorje


El 23 de mayo de 2013 emprendimos viaje hacia Medjugorje un grupo de un@s cincuenta peregrin@s, desde Pamplona, pasando por Barcelona para coger el avión y volar hasta Dubrovnik (Croacia) y de allí, un autobús hasta nuestro destino.

Organizaban la peregrinación una comunidad religiosa de origen colombiano y con gran devoción eucarística y mariana llamada Peregrin@s de la Eucaristía.

En Dubrovnik, nos recogió nuestro fantástico organizador, Nikola, que nos amenizó el trayecto de varias horas en bus, dándonos algunas indicaciones sobre nuestro paso por aquel lugar donde Santa María se sigue apareciendo todos los meses, según aseguran l@s videntes.

Llegué a Medjugorje en una nube, quizás por el sueño, por lo desconocido y porque durante el camino había escuchado demasiadas cosas extrañas para mí, una forma de vivir la fe diferente. Nunca me han interesado los milagros inexplicables, los acontecimientos paranormales ni los fenómenos sobrenaturales. Prefiero pisar suelo firme y experimentar la presencia de Dios en lo cotidiano, en los pequeños detalles que exigen una mirada atenta y agradecida. Pero tenía curiosidad y no me arrepiento.

Tras dejar los bultos en la pensión, fuimos a la parroquia. Hacia un día horrible de frío y lluvia y en la iglesia no cabía ni un alma. Aprovechamos las tiendas de los alrededores para comprar unas radios y escuchar las traducciones de las misas, pero no pillaban bien la señal. Decidí que no me importaba mojarme, tiritar o no enterarme de la misa la media. Quería exprimir cada instante, disfrutar de la oportunidad de estar allí con gente tan linda y si encima, me convertía y abandonaba mi cristianismo mediocre, pues mejor que mejor. Había que ponerse a tiro. Esa tarde, no logré cumplir ninguno de mis objetivos, aunque en todo momento me sentí embriagada por una paz interior que me consolaba y justificaba.

A la hora de la cena, llegó el primer impacto. Uno de los sacerdotes que nos acompañaba, nos contó que habían estado en casa de una de las videntes mientras tenía una aparición. No me lo tomé en serio. Siendo sincera, no me creí nada de lo que describió (y no porque el cura fuera poco fiable). Yo, en mi mundo de Yupi, del brillibrilli, flores y mariposas en el que me hallaba, me limité a asentir y sonreír, porque hay muchas creencias respetables en esta vida.

A la mañana siguiente, nuestra guía, Maya, nos condujo a algunos puntos de Medjugorje y nos explicó la historia desde el principio, dándonos a conocer a sus personajes más destacables. Fue interesante, sin duda. Esa mañana también tuvimos el testimonio de uno de los videntes en la explanada. Nos insistió en que María pedía que rezáramos por las familias, en familia; que rezáramos por la Paz. Me pareció guay, pero nada nuevo. No sé lo que esperaba. Mea culpa. Al finalizar, nos indicó que esa noche María se le iba a aparecer en el monte. 

A ver, es que después de dos años, me suena muy raro, pero realmente quería creer que algo extraordinario iba a sucederme. Y si lo examino con ojos de gratitud, así fue.

A la tarde, más o menos, siempre fue lo mismo. A las 17h, Rosario, a las 18h Santa Misa y a las 19h bendición de objetos sagrados. En esos ratos, hubo quienes aprovechamos para recibir el sacramento del perdón. Hasta que ¡por fin! llegó la noche. Apenas pudimos subir al monte por la cantidad de peregrin@s que se acumulaban en la zona. Hubo gente que empezó a decir que las nubes tenían forma de ángeles y que la luna estaba especialmente grande. Admito que tuve malos pensamientos en ese momento. Me dio rabia que se intentara encontrar signos del Cielo en tonterías. ¡Había mucha gente centrándose en lo extravagante y no en María! Pero en cierto modo, yo también lo hacía. Me arrodillé en la tierra y recé.

Reconozco que el tema de las apariciones no me dice nada. No es que crea o no crea, sino que pienso que -de ser ciertas- son revelaciones particulares en momentos puntuales de la historia. Jesús es la Palabra de Dios revelada. Encarnada. Y bastante es. Se peregrina para profesar la fe, como acción de gracias, por una promesa o simplemente como una experiencia de compartir con otras personas. Esto lo digo ahora, porque en aquella ocasión, intentaba comprar a María.

Podlbrdo
Al día siguiente, subimos al Monte de las Apariciones (Podbrdo). Creo que fue un milagro que no tropezara, cayera y me rompiese una pierna. Cuando vi aquellas piedras, aquella subida... pensé “Aquí me mato”. Pero claro, subían desde personas mayores, personas descalzas o con sandalias... hasta niñ@s. Pues a callar e intentarlo, que no se diga de una chicarrona del norte. Eso sí, mientras el resto de la humanidad parecía que había estado paseando entre nubes, yo acabé embarrada hasta las cejas.

Al llegar a la imagen de María, confieso que apenas pude concentrarme en hacer oración porque comenzó a jarreay el barro se convirtió en fango y las puntiagudas rocas, en los mejores toboganes para deslizarse y romperse la crisma. ¿Cómo debería haberlo vivido? ¿Con qué actitud? No lo sé. Lo que está claro es que estuve más preocupada por sobrevivir que en otra cosa. Bien es cierto que traía de casa una petición muy concreta, por un familiar enfermo y lo único que hacía, cuando tenía oportunidad, era repetirla en mi cabeza una y otra vez.
Castillo de Medjugorje

Antes de la comida, nos acercamos al castillo que un señor adinerado había construido para hospedar a sacerdotes. Muy bien. Muy bonito. Nada que añadir. 

A la tarde, fuimos a visitar la Comunidad Cenáculo, la fraternidad de los chicos. La Comunidad es un lugar donde, según se cuenta, personas con adicciones se recuperan gracias al trabajo, la oración y la amistad, dentro de unas normas y un horario severamente estricto. Fue fundada por Madre Elvira en los años 80 y actualmente hay varias casas, sobre todo por Europa. En ese momento, su testimonio fue lo que más me gustó de la peregrinación. Sin embargo, a finales de ese mismo año fui a Francia a tener una experiencia en la "fraternidad" de las chicas y, según mi criterio, ese tipo de comunidades son sectarias y anulan completamente la voluntad y la libertad de las personas. Sé que han "ayudado" a gente a salir de la droga o de la depresión, pero ¿a qué precio?

El domingo comenzó bien. Ante la ausencia de buen clima y los amenazantes nubarrones, cambiamos los planes de subir al Krizevac, otro monte mucho más largo y difícil, donde se reza el Vía Crucis, por visitar la Aldea de la Madre, algo así como un centro de menores. Respiré aliviada. No estuvimos con niñ@s, sólo se nos explico la historia de la Aldea y se nos permitió celebrar la Eucaristía en una capilla con un icono simple y bonito. A la tarde, tuvimos la charla de una monja llamada Sor Vicky en su convento, pero la verdad es que no me enteré de nada. No recuerdo nada de ese día, entre el cansancio y el cabreo que llevaba encima por tantas cosas que estaba escuchando. Cuando se unen fanatismo, proselitismo y tradición se crea una bomba, en serio. Sólo me vienen a la mente detallicos de las personas que me rodeaban, pero nada para poder explicar al público general sobre Medjugorje.

Gospa Majka moja
Una noche tuvimos adoración del Santísimo. Como no cabíamos dentro de la parroquia, tuvimos que conformarnos con sentarnos fuera, en el suelo, frente a una pantalla y orar con la ayuda de las canciones de Medjugorje. Prefería mil veces estar allí que dentro, sintiendo el frío, la brisa, las gotas de lluvia... y no apretujada por la multitud. Fue el mejor momento de la peregrinación. Donde está Jesús Sacramentado siempre hay Verdad y Paz. Y saber que Él seguía siendo el mismo que yo conocía antes de viajar, me confortaba hasta límites insospechados. Mientras escribo, soy consciente de lo idiota que soy en ocasiones, buscando en experiencias que rompan la rutina, las respuestas y la fuerza para continuar que sólo encontraré delante del Sagrario.