martes, 15 de agosto de 2023

Asís: volver a casa


Este verano, del 6 al 13 de julio, un grupo de unas 50 personas aproximadamente, procedentes de Madrid, Sevilla, Barcelona, Granollers y Pamplona tuvimos la oportunidad de peregrinar a Asís para visitar los lugares de mayor relevancia para el franciscanismo y conocer a fondo la historia de San Francisco y Santa Clara.

Para todo aquel que comparta el espíritu franciscano, Asís es una piedra ungida a la que regresar a renovar ese amor primero por Francisco. Y que tiene como consecuencia que la misión de franciscanizar la vida, ya no sea un mandato externo, sino que se convierte en un deseo que nace con fuerza desde el interior como una fuente inagotable. Porque en Asís, todo te habla de Francisco y, en nuestro caso, cuando la vimos aparecer a lo lejos, a la hora del crepúsculo vespertino… ¿quién puede negar que se le ensanchara el corazón hasta límites insospechados?

La preciosa ciudad medieval recostada en las faldas del Subasio, ha podido cambiar mucho a lo largo de los siglos, pero me gusta pensar que Francisco atravesó los mismos arcos de piedra para perderse más allá del valle de Espoleto, que escuchó el canto de los pájaros y las cigarras, igual que nosotros lo oímos o que agradeció el mismo sol que acarició su cuerpo cansado tras los largos días de ayuno y oración dentro de las grutas, donde se guarecía en lo más inhóspito de los montes. Se puede intuir la sensibilidad de Francisco ante tanto don como la naturaleza entrega y que conduce a Dios por el camino de la serenidad, del asombro y, por ende, de la gratitud.

Durante estos días de peregrinación en Asís, el Poverello nos ha llevado de su mano y siguiendo sus huellas hemos descubierto entre las calles adoquinadas y empinadas, la poesía del Evangelio reflejada en la vida de Francisco y la invitación a espejarnos con él. Ya que todo en él fue imitación de Jesús: una vida en descenso y desprendimiento, desde que se despojó de sus bienes y de su buen nombre y no volvió la vista atrás. ¿No es ésta la llamada genuina que sentimos, no sólo como franciscanos sino también cómo cristianos? Una llamada a la autenticidad y a la libertad más plena. Y así se lo pedíamos: “Francisco, ¡quiero ser como tú! Quema todo aquello que me esclaviza.”

He disfrutado del paisaje, dejando que mi imaginación volase hasta el siglo XIII, acompañando a Francisco por las calles y plazas que llenó con cantos en las noches festivas con sus amigos, y en las que más tarde sufriría el desprecio de sus vecinos. Vi a Francisco en la ermita de San Damián, buscando el consejo de Clara y en Rivotorto, cuna de la primera fraternidad, donde poco a poco, aprendieron a ser hermanos menores. También permaneciendo en soledad en Fonte Colombo, el recóndito eremitorio y Sinaí franciscano, origen de la Regla; o en Greccio, donde según cuentan las biografías, el Niño Jesús se dejó acunar por Francisco para mostrarnos la ternura de Dios y que no hay fragilidad que Él no comprenda. Asimismo, sentí a Francisco en la Verna, la cima del camino del santo, donde el amor se transformó en síntoma visible de máxima identificación con el Resucitado en sus manos, pies y costado. Por último, en la Porciúncula, la pequeña iglesita que restauró en los inicios y que sería su hogar por más tiempo, aunque nunca de manera estable.

Porque, entre muchas cosas, Francisco fue un peregrino, un gran itinerante, en busca siempre del Señor en las periferias, donde frecuentaba la compañía de los más desheredados y menos queridos, siendo uno más con ellos; así como retirándose a la montaña.

Para mí, la cripta dentro del Sacro Convento donde se encuentra la tumba de Francisco es el lugar más especial de todos, en el que celebramos una vigilia inolvidable. Allí, en la penumbra, no hace falta esforzarse por meditar y contemplar. Como si una verdad que no llego a entender con la razón se desvelara en el silencio y sólo queda regocijarse en esa paz, ausente de palabras y grandes signos. A solas frente a Francisco y el Sagrario, Asís se convierte en el centro del corazón del mundo, en un nuevo Tabor.

miércoles, 8 de marzo de 2023

Oda a las peregrinas

Lleva equipaje ligero.
Un hatillo lleno de nombres,
mil rostros en el recuerdo
y proyectos infinitos para el camino.

Echa la vista atrás y mira:
los obstáculos sorteados,
las cuerdas rasgadas que ataron sus tobillos,
las pieles bajo las que se camufló,
las personas a las que decidió no imitar ni seguir
y otras rutas que renunció a recorrer.

El dolor que implica
el crecimiento,
la libertad,
curar las heridas
y poner nombre a la propia fragilidad.

El valor que exige
vencer los miedos,
decir que no,
decir que sí
-sobre todo a las personas cercanas-,
dejar de dar explicaciones,
seguir al corazón frente a lo socialmente aceptable,
enfrentarse a los mensajes negativos que, con malicia o sin ella,
llegan desde fuera para convencer de la ausencia de capacidad,
para cambiar la dirección, para bloquear los sueños.

Aprender -siempre-
que agradecer los dones no es soberbia
sino autoestima,
y que no todas las luchas son violentas,
aunque conlleven conflicto.

Perdonar -primero a una misma-
los errores,
las exigencias,
los cuchillos envueltos en palabras
o en intenciones,
la incomprensión...
porque no hay comunidad humana perfecta,
sino diálogo, paciencia, amor, confianza.

Aceptar 
que donde hay humanidad, hay límites.
Ella no desea competir, sino cooperar
y disfrutar del paisaje en buena compañía.

Y vio su reflejo en los charcos
y asustada rechazó volver a mirarse,
hasta que se limpió las pestañas
del barro y sus legañas.
Y tuvo que quererse así:
más real que ideal.
Menos de piedra y más de piel.

En muchos momentos se sintió perdida, a pesar de ir acompañada,
y se equivocó cuando sola se encontraba.
No supo descifrar los mapas,
ni leer su próximo destino en las estrellas.
Cayó en arenas movedizas (y no pasó nada),
la engañaron los bucólicos espejismos en medio del desierto (y tampoco ocurrió ninguna tragedia)
y fue capaz de salir, levantarse, buscarse y continuar el viaje,
identificando los nuevos terrenos, a partir de la experiencia;
reconociendo los pozos de Sicar
y las piedras ungidas.

Ahora, cuando se observa,
se asombra de su paso firme -a veces, aún vacilante-,
a pesar de ir descalza;
su sonrisa fresca y sincera,
más allá de la ira y las lágrimas;
sus manos vacías,
pero el corazón contento;
y su mirada agradecida
por todo lo vivido.

Todavía con grilletes invisibles,
heridas abiertas,
preguntas sin respuesta,
dudas,
incertidumbres,
nostalgias,
contradicciones,
inseguridades pendientes.

Camina y no se detiene.
Un paso,
dos,
tres...
A su ritmo.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Por otras tantas vueltas al sol

 "Para el tiempo que aún reste,
y para el cuándo que quizá le siga, 
quiero pedir, y sueño, 
que en los dominios de mi corazón 
ni la ortiga ni el cardo
encuentren la aridez donde agarrarse; 
que el ánimo, las manos, las palabras 
no se me tiznen nunca gravemente 
o por un tiempo largo, de miseria; 
que haya amor en mi pecho
y que, al sentirlo, todo tiemble en mí
como hoja verde que estremece el aire;
que todavía logren mis oídos 
escuchar las canciones de la vida 
y que mi propio canto 
-cobijo siempre para mí y consuelo- 
se avenga alguna vez a acompañarme. 

Y que mis ojos miren con asombro 
como despunta, tierna y lenta, 
la luz del alba.

- Eloy Sánchez Rosillo -

Hoy es un buen día para echar la vista atrás y reflexionar sobre todo lo vivido. Los acontecimientos son como piezas de puzzle que no siempre tienen sentido. Sin embargo, ahora, desde ese futuro que ya llegó, esas piezas de rompecabezas se van encadenando. Y si las miras con cierta distancia, crean un dibujo lleno de color.

Como si fuera uno de esos crucigramas o juegos de palabras que esconden un mensaje transversal en su interior, también mi historia es atravesada por cuatro letras que parecen tener todas las respuestas y significarlo todo. A-M-O-R.


Hasta las situaciones, relaciones y sueños más absurdos tienen un hueco y una misión. Cada instante que ha rebosado el corazón y cada fracaso. Los recuerdos infantiles que un día, sin previo aviso, retornan a tu mente... Como si una mano invisible ordenara las fichas para escribir a partir de ellas la más bella historia jamás contada. Una historia original y perfecta para una protagonista imperfecta.

A cada paso, me descubro inundada de contradicciones que me enseñan a salir a flote. Soy una romántica, que ha perdido la fe en el romanticismo; una calma ebria de actividad; una ingenua, desconfiada; una hermana menor ciega de violencia y vanidad; una mujer libre con corazón de mimbre.

Albergo sentimientos intensos por individuos a los que apenas conozco frente a la rutina de quienes de verdad quiero. Sin embargo, he aprendido a dejar atrás pequeños amores que me roban tiempo y a dar prioridad a esas personas que son familia sin serlo. Tengo tanta gente dentro... que en los momentos de oración, lagrimean los recuerdos.

La lucha entre la búsqueda de armonía y la necesidad de conflicto, va a acabar conmigo un día de estos. Sufro daltonismo social en un mundo enfermo y veo el paisaje según los colores de mi lienzo. Habito de tantas formas en el centro de mí misma que cuando no me sorprendo, me doy miedo. Ardo siendo hielo y sólo me reencuentro en mi laberinto de deseos. 

Grito en silencio cuando las musas me muerden los dedos y escribo secretos que no digo, pero que pienso. Callo ante lo que no comprendo y no me achanto ante el postureo moderno. De las personas aprendo. Recibo más de lo que merezco. Y todo cuanto amo, con palabras, no lo expreso.

Adivino cenizas entre las letras de un cuaderno y me pregunto si es posible nacer de nuevo. Quiero ser la claridad del cielo, pero me intoxican los nubarrones del invierno. Y me alegro: puede que nunca vuelva a ser lo que estoy siendo.

Cada día despierto mi espíritu aventurero, portador de luces, sombras y anhelos. Hago el intento, caigo, pierdo el talento. Me abrazan fantasmas a los que no rezo y entonces... me recupero y creo. Creo en lo bueno, en lo bello, en lo verdadero y en el afecto sincero que cabe en un verso...

Este es el secreto que he descubierto: alzar la mirada, no centrarme en mí a cada momento, para contemplar un cielo abierto, más allá de mi ombligo y mis desiertos.

sábado, 6 de agosto de 2022

Regreso a Colombia 2022

"Sea la Luz un acto humano"
- Antonio Gamoneda - 

¿Cuánto amor del bueno es capaz de asimilar un corazón estándar?

Desde luego que no tanto como el que nos han dado en Colombia. No podría nombrar a todas las personas que hemos conocido y querido en Medellín y Corozal, pero ellas saben quienes son. ¡Gracias por tanto amor!! ¡¡Nos ha desbordado!!


He dejado pasar los días con la intención de centrarme, de bajar de la nube y que las emociones que me han traspasado durante la misión se minimizaran, para poder escribir la experiencia pasándola por el filtro de la razón. Pero no puedo. Tengo la sensación de estar un poquito allá todavía y de que parte de mí jamás volverá del todo.

Regresar a Corozal, en lo particular, no me resulta sencillo. La misión evidencia mi fragilidad y cuán apegada estoy a las comodidades de mi vida. Tal vez por eso, la decisión de unirme de nuevo al equipo misionero no fue una decisión pensada. Fue un impulso. Tenía muchas ganas de ver a la gente a la que he permanecido unida en la distancia... ¡y que sea lo que Dios quiera!


No es fácil comprobar la pobreza y las dificultades que atraviesan muchas personas. ¡Qué necesarios son los proyectos franciscanos! Un faro de esperanza ante situaciones familiares duras, la falta de empleo y de medios económicos para cubrir lo básico; la carencia de recursos para realizar estudios superiores, las viviendas de invasión, la corrupción... Y ves llegar a l@s niñ@s a la obra social, sonriendo, y piensas "Est@s pela@s son más fuertes de lo que yo lo seré nunca". Me desequilibra. No sé cómo reaccionar. Pero me mata y me llena de impotencia. La violencia y la injusticia relacionadas con causas estructurales me consternan.

Como me horroriza palpar la falta de afecto y de apoyo en much@s menores en cuyos abrazos, que tanto bien nos hacían, se perciben tantas cosas como callan. Es complicado no poder leerles en la mirada lo que sienten o piensan aquell@s de mayor edad, que seguramente están más rot@s, porque ni te miran a los ojos -¡con lo bonitos que los tienen!- y no queda más remedio que creer en lo que cuentan y quererles mucho más, independientemente de que sea verdad o no. Aunque elijan un camino que no les conviene. "Por favor, cuídales Tú", creo que es la oración que más repetí esos días y aún hoy. Sólo queda confiar.

Sin embargo, a pesar de la miseria que nos ha interpelado, la riqueza de Corozal está en su gente, a través de la que Dios se ha hecho presente. Me he descubierto en sus brazos de Padre en los detalles de cariño y cuidado de unos frailes todoterreno, de jóvenes súper disponibles y siempre gamberr@s de cuya compañía disfrutamos; de las personas mayores con mil anécdotas para contar, de l@s colaborador@s de la parroquia y su amistad, de las clarisas de Magangué y su pedacito de paraíso, y de es@s maravillos@s niñ@s que nos han permitido quererles y nos han querido sin juicios.

Las personas en Colombia nos han enseñado que siempre es posible dar más, dar en exceso y que esa entrega puede ser gratuita. Especialmente los frailes, sin quienes la misión no sería posible. No sólo porque nos acogen en su casa y nos soportan, sino porque también nos sostienen. Siempre encontramos una puerta abierta como respuesta a nuestras múltiples peticiones. ¡Cuánta generosidad y paciencia infinita! ¡Han sido para nosotr@s, padres, madres y hermanos! Compartir momentos (¡y risas!) con ellos, nos esponjaba el alma. En Corozal, Medellín ¡y en Bogotá! ¡Qué  regalo  de despedida nos hizo el Señor con esa última tarde tan franciscana en la capital y con semejante concierto que nos ensanchó el corazón! Siento cumplida la promesa de Jesús: “Os aseguro que quien deja casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras por mí o por el Evangelio, recibirá el ciento por uno...”. ¡Tenemos la fortuna de contar con una gran familia al otro lado del océano!

miércoles, 12 de enero de 2022

¿La crisis de los treinta?

"En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable." 
William Ernest Henley -

¿Qué es eso que se te asienta en el centro del pecho y te impide respirar con profundidad? ¿Eso que te hace vivir en un estado de perpetuo aceleramiento y angustia a pesar de que, en principio, todo a tu alrededor está bien? Como en Primera Semana, que diría mi amigo Ignacio, "de mal en peor". Cuesta abajo ¡y sin frenos!

¿Sabes esa sensación de que tienes tantas cosas en la cabeza que no puedes pensar con claridad? Que se olvidan las tareas pendientes y te pasas el día haciendo listados de cosas para mantener una mínima organización que nunca terminas cumpliendo y como consecuencia, las listas son cada vez más y mayores?

Que oyes a la gente, pero no la escuchas y ni estás en lo que respondes ni en el cómo...?
Que estás cansada todo el tiempo y todo te da una pereza tremenda, pero te despiertas a mitad de la noche y no puedes volver a dormir...?
Que tu cuerpo pilla todas las infecciones y virus de las que siempre se ha defendido decentemente y ahora es una tras otra (menos el Covid, por suerte)...?
Que vas sacando adelante las obligaciones, pero de manera mediocre. Y te importa una mierda...?
Que te enfadas o te preocupas por causas que antes no...?
Que ni te concentras para leer... Mucho menos para escribir...?
Que si tienes algún tiempo libre, prefieres desaprovecharlo con el móvil o la tele porque es la única manera de evadirte...?
Que no eres consciente de lo que haces ni de las ideas qué te invaden ni de las emociones que te atraviesan y cada minuto que pasa tienes la sensación de conocer menos quién eres y lo qué quieres...?

Empiezas a darle vueltas a cosas que tenías que haber hecho o que te gustaría hacer, pero no cuentas con el tiempo, dinero o capacidad. Y cualquier problema se te hace un mundo tan grande, pero no puedes afrontarlo sola.

Y la cuestión es que no estás triste... ni contenta... Estás agobiada. Y no sabes por qué. Tan involucrada andas en tu propio laberinto que ya has perdido el sentido de la orientación.

De todo esto, ¿cómo se sale?😅

Bienvenido 2022.

TO BE CONTINUED...


"Y además nuestras certezas nunca son inamovibles. Un día una quisiera morirse, y al día siguiente, se da cuenta de que bastaba con bajar un par de escalones para encontrar el interruptor y ver las cosas un poco más claras.." - Anna Gavalda